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DON QUIXOTE

DE LA MANCHA,

COMPUESTO

POR MIGUEL de cervantES SAAVEDRA.

NUEVA EDICION,

CORREGIDA

POR EL

RDO. DON FELIPE FERNANDEZ, A.M.

NATURAL DE XEREZ DE LA FRONTERA,

Y FUNDADOR DE LA REAL SOCIEDAD ECONO-
MICA DE LOS AMIGOS DEL PAIRS

DE DICHA CIUDAD.

EN IV TOMOS.-TOMO IV.

LONDON:

EXPENSAS DE LACKINGTON, ALLEN, Y CO. TEMPLO
DE LAS MUSAS, FINSBURY SQUARE; F. WINGRAVE,
STRAND; T. BOOSEY, BROAD-STREET; LONGMAN Y
CO. PATERNOSTER-ROW; C. LAW, Y CO. AVE MARIA-
LANE; DULAU Y CO. SOHO-SQUARE; Y DICHO EDITOR,
NO. 26, NOBLE-STREET, FALCON-SQUARE.

Printed by J. & T. Clarke, 38, St. John's-square, London.

EL INGENIOSO HIDALGO

DON QUIXOTE

DE LA MANCHA.

SEGUNDA PARTE.

CAPITULO I.

Que cuenta de la noticia que se tuvo de cómo se habia de desencantar la sin par Dulcinea del Toboso, que es una de las aventuras mas famosas deste libro.

GRANDE era el gusto que recibian el Duque y la Duquesa de la conversacion de Don Quixote y de la de Sancho Panza, y confirmándose en la intencion que tenian de hacerles algunas burlas que llevasen vislumbres y apariencias de aventuras, tomáron motivo de la que Don Quixote ya les habia contado de la cueva de Montesinos, para hacerle una que fuese famosa pero de lo que mas la Duquesa se admiraba, era que la simplicidad de Sancho fuese tanta que hubiese venido á creer ser verdad infalible que Dulcinea del Toboso

TOMO IV.

estuviese encantada, habiendo sido él mesmo el encantador y el embustero de aquel negocio : Ꭹ así habiendo dado órden á sus criados de todo lo que habian de hacer, de allí á seis dias le lleváron á caza de montería con tanto aparato de monteros y cazadores, como pudiera llevar un Rey coronado. Diéronle á Don Quixote un vestido de monte, y á Sancho otro verde de finísimo paño pero Don Quixote no se lo quiso poner, diciendo que otro dia habia de volver al duro exercicio de las armas, y que no podia llevar consigo guardaropas, ni reposterías. Sancho sí tomó el que le diéron, con intencion de venderle en la primera ocasion que pudiese. Llegado pues el esperado dia, armóse Don Quixote, vistióse Sancho, y encima de su rucio, que no le quiso dexar, aunque le daban un caballo, se metió entre la tropa de los monteros. La Duquesa salió bizarramente aderezada, y Don Quixote de puro cortes y comedido tomó la rienda de su palafren, aunque el Duque no queria consentirlo, y finalmente llegáron á un bosque, que entre dos altísimas montañas estaba donde tomados los puestos, paranzas y veredas, y repartida la gente por diferentes puestos, se comenzó la caza con grande estruendo, grita y vocería, de manera que unos á otros no podian oirse, así por el ladrido de los perros, como por el son de las bocinas. Apeóse la Duquesa, y con un agudo venablo en las manos se pusó en un puesto, por donde ella sabia que solian venir algunos jabalíes. Apéóse asimismo el Duque y Don Quixote,

y pusiéronse á sus lados: Sancho, se puso detras de todos, sin apearse del rucio, á quien no osaba desamparar, porque no le sucediese algun desman; y apénas habian sentado el pie y puestó en ala con otros muchos criados suyos, quando acosado de los perros y seguido de los cazadores, viéron que hacia ellos venia un desmesurado jabalí, cruxiendo dientes y colmillos, y arrojando espuma por la boca, y en viéndole, embrazando su escudo y puesta mano á su espada, se adelantó á recibirle Don Quixote : lo mesmo hizo el Duque con su venablo; pero á todos se adelantara la Duquesa, si el Duque no se lo estorbara. Solo Sancho en viendo al valiente animal, desamparó al rucio y dió á correr quanto pudo, y procurando subirse sobre una alta encina, no fué posible; ántes estando ya á la mitad della asido de una rama, pugnando subir á la cima, fué tan corto de ventura y tan desgraciado que se desgajó la rama, y al venir al suelo, se quedó en el ayre asido de un gancho de la encina, sin poder llegar al suelo, y viéndose así, y que el sayo verde se le rasgaba, y pareciéndole que si aquel fiero animal allí Hegaba, le podia alcanzar, comenzó á dar tantos gritos y á pedir socorro con tanto ahinco, que los que le oían y no le veían, creyéron que estaba entre los dientes de alguna fiera. Finalmente el colmilludo jabali quedó atravesado de las cuchilladas de muchos venablos que se le pusiéron delante, y volviendo la cabeza Don Quixote á los gritos de Sancho, que ya por ellos le habia conoci

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