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trinitarios se sacrifican en las aras de la caridad mas ardiente sujetándose á la esclavitud mas bárbara, por redimir de ella á sus hermanos cautivos, á quienes el inhumano trato que reciben en las mazmorras y en el servicio de unos amos no menos crueles que fanáticos pone en gravísima tentacion de abandonar la fé. Los clérigos regulares, unos se aplican á la instruccion de la juventud en las letras y piedad como los jesuitas y esculapios otros á la asistencia de los moribundos y apestados como los agonizantes: otros á la educacion y cuidado de los huérfanos como los somascos: otros á misionar y dar ejercicios espirituales á clérigos y legos como los filipenses y los paulos (1), y otros á practicar y promover otras virtudes para la mayor gloria de Dios, bien y servicio de los prójimos. Los hospitalarios de san Juan de Dios, obregones y bet

ellos y sus vicios de limosna la gente acomodada. No es así la de los religiosos mendicantes que trabajan sin cesar en el cultivo de la viña del señor como coadjutores de los obispos y los párrocos; pero sin estipular otro jornal que el que les ofrece en el cielo el gran padre de familias y un bocado de pan, si voluntariamente quieren darselo aquellos por quienes tanto se fatigan.

(1) Las comunidades de estos son mas bien congregaciones de clérigos seculares segun las bulas de su institucion.

lemitas, aunque por la mayor parte legos, trabajan en beneficio de la salud espiritual no menos que de la corporal de los enfermos de que cuidan. Las órdenes militares, hermanando la piedad con el valor, esgrimiendo la espada contra los enemigos de la cruz, limpiando los caminos públicos de foragidos y los mares de piratas han hecho servicios y los hacen igualmente importantes á la iglesia que al estado.

En los conventos de monjas puestos bajo la inmediata proteccion y direccion del clero es asímismo de admirar la valiente resolucion de tantas jóvenes delicadas, que por amor de Jesucristo fiadas en sus promesas y en los auxilios de la gracia le hacen el sacrificio de su virginidad asociándose á los ánjeles, al paso que se retiran de los hombres: renuncian las conveniencias que tenian, ó podian prometerse en el siglo dejan sus padres y todas las relaciones del mundo para encerrarse entre cuatro paredes á hacer una vida pobre humilde y mortificada, sin conversar sino con Dios, cuya mayor gloria anhelan, en cuyo amor se inflaman, y cuya eterna posesion ansian. Si vuelven alguna vez los ojos á la tier

ra,

solo es para procurar la mejor educacion cristiana y política de las personas de su sexo ú otras obras de caridad como las ursolinas salesas de la enseñanza y hermanas de la caridad: ó para llorar la impiedad y ceguedad del siglo, y ofrecerse en holocausto de propicia

cion por las abominaciones con que provocan continuamente los mortales la ira del señor, como las clarisas teresas capuchinas y de otros institutos (1). Es de fé que si hubiera habido diez justos en Sodoma no hubiera perecido la ciudad (2). Y ¿quién sabe, ó por mejor decir, quién puede ignorar que el no haber sido ya todos nosotros consumidos se debe á la misericordia del señor interpelada por tantas almas inocentes de uno y otro sexo que en el recinto de los cláustros alzan sus puras manos al cielo para contener el azote tan merecido, y que tan pronto estaba á descargar? En estas casas aun en las de menor rigidez hallará un observador prudente un espectáculo de penitentes públicos de por vida todavía mas edificativo, que pudo ser el de los que ocupaban en otros siglos

(1) Debiendo ser muy libre la eleccion del estado religioso, el santo concilio de Trento fulmina exconion contra los que injustamente obligan á cualquier mujer, doncella ó viuda, á hacerse monja contra su voluntad; y tambien contra los que disuadan á alguua sin justa causa de llevar adelante sus santos deseos de tomar el hábito ó profesar en alguna de las religiones aprobadas (sess, XXV, c. 18). Sin embargo hay quienes con burlas y consejos de la prudencia de la carne ahogan los buenos propósitos, como Faraon los hijos varones en Egipto, para que no se multiplique el pueblo de Dios. (Ex 1. V. 22.) (2) Gen. XVIII. Ý. 32.

por meses y por años los pórticos de las iglesias para expiar sus crímenes. En estas casas hallará la perpetua alegría del corazon, el asilo de la virtud, el domicilio de la paz.

Los seglares pues que se precian de hijos de la iglesia han de mirar á los individuos de uno y otro clero con veneracion la mas profunda. Tocar á los ungidos del señor es herir al mismo señor en la niña de sus ojos. Por haber murmurado Coré Datán y Abirón del sumo sacerdote Aarón, los tragó vivos la tierra; y de la demas sediciosa multitud perecieron abrasados con fuego del cielo cerca de quince mil personas: ni cesó el destrozo, hasta que el mismo Aarón puesto con el incensario en las manos entre los muertos y los vivos oró al señor y aplacó su ira (1). Y los desacatos contra los sacerdotes y ministros de la ley evangélica ¿no tendrán castigo? El que os oye á vosotros, dice Cristo, me oye á mí: y el que os desprecia á vosotros, es como si me despreciara á mí y al Padre que me envió (2). Puede decirse es el sello de la reprobacion ese enardecimiento atroz contra las rentas necesarias, condecentísimos privilegios, y justas distinciones de los que son de un modo muy particular los domésticos de Dios. Acaso no llegan estas pre

(1) Num. XVI.

(a) Luc. X. V. 16.

rogativas á las que concedian los gentiles á los sacerdotes de los ídolos. Sin recurrir á las historias profanas, hallamos en el Génesis que en Egipto las tierras de los sacerdotes eran las únicas exentas de tributo: y ellos los únicos á quienes en la gran carestía de los siete años no se obligó á vender sus posesiones, y se les suministraba para su alimento de los graneros públicos (1). Cuan honrado fuese el sacerdocio de Aarón y el órden levítico en la ley de Moisés, nos lo dicen todas las páginas del testamento antiguo; sin embargo que su ministerio (como su altar su tabernáculo sus sacrificios y sus víctimas) no era mas que oscura sombra é imperfectísima figura del instituido por el sacerdote eterno en la ley nueva.

↑ Nada mas injusto que maldecir á los eclesiásticos y religiosos por los defectos de algunos pocos individuos suyos: defectos por lo comun exagerados ó pegados del contagio general del siglo;

y de los que ni estuvo libre el paraiso, ni el colegio apostólico, ni lo estará sociedad alguna de hombres; pero se nota que los que quisieran que uno y otro clero cargase sobre sus hombros un peso del todo insoportable, son puntualmente los que ni aun se atreven á aplicar ellos un dedo al yugo de la ley. En cuanto á las rentas de las corporaciones

(1) Gen. XLVII. §. 22. 26.

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