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regulares, de que tanto se murmura, baste decir que á los ojos despreocupados sus casas se presentan como el taller de la beneficencia, y la escuela de la economía. Sus rentas no llegan á las de varios mayorazgos ú otros seglares ricos que hay en cada provincia; pero el órden moderacion y buen manejo multiplica sus valores. Sus colonos son ordinariamente los mas aliviados y mas bien socorridos: al goce de estas rentas pueden optar y van sucesivamente optando familias diferentes y como poco ó nada consumen del extranjero, cuanto tienen estas comunidades refluye entero en la nacion: observaciones que hacia ya en su tiempo el P. Juan Mariana.

La santidad de los misterios que han de tratar nuestros sacerdotes y el interés de las almas que han de dirigir, al paso que los hacen dignos de la mayor honra entre los fieles, exigen el mas escrupuloso cuidado en su eleccion, Jesucristo para elegir sus doce apóstoles, se retiró solo á un monte á orar y oró toda la noche (1). Encomendando los apóstoles y demas fieles el negocio á Dios fué incorporado al colegio apostólico san Matías (2). Prévio el buen informe de la multitud y la oracion impusieron las manos á los siete primeros diáconos los após

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toles (1). Orando y ayunando la iglesia de Antioquía fueron ordenados Sáulo y 'Bernabé (2). Ni tienen otro objeto los tres dias de ayuno de cada una de las cuatro témporas ó estaciones del año en que se confieren los sagrados órdenes, que disponer al pueblo á pedir á Dios con mas fervor dé unos dignos ministros á la iglesia. Como es santo el ministerio, santo el templo, santo Dios que habita en él; así quiere la iglesia á sus ministros santos. Exige de ellos que no se entrometan en el santuario por motivos terrenos y conveniencias temporales (3), sino que hayan de observar en sí indicios de ser llamados por Dios como Aarón, no tanto á disfrutar de los hono ́res como á participar de los trabajos, Quiere de ellos mucha pureza de costumbres, castidad mansedumbre desinteres, zelo de las almas, modestia en el traje, frugalidad en la mesa, aplica'cion al estudio, compasion ácia los pobres, caridad para con todos; y que libres de negocios seculares, desprendidos de la demasiada aficion

(1) Act. VI. ¥. 6.

(2) Act. XIII. §. 3.

(3) Ningun vicio detesta mas la iglesia que el de la simonia que consiste en dar ó recibir ó estipular dinero ú otra cosa que se estime como precio en la colacion de órdenes oficios ó beneficios eclesiásticos. Los dones de Dios no se han de alcanzar á fuerza de oro, ni á influjo del favor ó del poder humano.

á los parientes, lejos de las tabernas, casas de juego, saraos, teatros y concurrencias profanas, tanto como con las palabras edifiquen con su ejemplo. A los padres toca aprovechar la buena indole de sus hijos desde la niñez, proporcionándolos sin ningun género de violencia (y sin que les domine ninguna mira temporal) á la carrera eclesiástica, si entienden servirán mejor en ella á Dios; y ofreciéndoselos al señor con la voluntad, con que la madre de Samuel llevá á éste desde pequeñito al sacerdote Helí, para que se lo educase, y sirviese en la casa de Dios toda su vida (1). Al ordenando toca probarse á sí mismo y las disposiciones de su corazon, así en los diez dias de retiro y ejercicios espirituales que preceden á cada órden, como en los intersticios de una á otra, consultando con Dios y con su confesor, lo que puede prometerse de sí ayudado de la gracia á beneficio del rebaño de Jesucristo, para no exponerse á ser lobo que le devore en vez de pastor que le defienda le guie y le apaciente. A los prelados toca no imponer las manos ligeramente, ó sin estar muy seguros, cuanto lo permite la fragilidad humana, de que serán dignos cooperadores suyos los que tratan de promover al sacerdocio. Al pueblo todo interesa y corresponde dar un testimonio fiel en las informaciones públicas y secretas

(1) I. Reg. 1. N. 24.

que segun el concilio de Trento (sés. XXIII. c. 5.) se toman de las buenas ó malas prendas defectos ó delitos que pueden hacer á uno irregular para las órdenes, ó menos apto para el ministerio de la iglesia; pero al que hubiere de testificar en estos casos previene el pontifical romano se acuerde de su deleznable condicion.

RITO DE ESTE SACRAMENTO.

En la doctrina que se pide al que ha de recibir cada uno de los órdenes se comprende el conocimiento de sus obligaciones peculiares y las' disposiciones con que se han de recibir, significacion misteriosa del rito con que se administran, potestad y gracias que confieren: todo lo cual se halla recopilado en las oportunísimas exhortaciones que en el acto de la ordenacion hace el obispo y constan en el pontifical. Para el resto de los fieles basta saber que este sacramento se administra en la iglesia con grande aparato y solemnidad por solo el gefe de la gerarquía eclesiástica que es el obispo, en los sábados de las cuatro témporas, el inmediato precedente á la dominica de pasion y el sábado santo, interviniendo tres dias de ayuno general y oracion, despues de haber examinado detenidamente la vocacion costumbres ciencia é idoneidad del ordenando. En el acto de las órdenes se postran todos en la presencia del señor: se invoca en alta

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voz la gracia del Espíritu santo: se pide la intercesion de María santísima, de los ángeles y de los santos todos: y vuelto el obispo á los ordenandos los bendice y ruega al pontífice eterno se digne desde el cielo bendecir santificar y consagrar á los que elige para ministros de su casa. Al de Tonsura pone una sobrepelliz blanca en señal de la pureza del nuevo estado , у de que desnudándose de la sordidez del viejo Adan se viste del hombre nuevo segun el espíritu de Jesucristo: le corta el cabello en testimonio de que deja todas las superfluidades y las esperanzas de la tierra; y le acuerda al mismo tiempo que el señor es solo su suerte y su legítima, su rica herencia, su mas segura é inestimable posesion (1). Al Ostiario (ó portero) da unas llaves en demostracion de que le pertenece abrir el templo á los dignos y cerrarlo á los indignos, infieles, excomulgados, ú otros que le profanen con sus irreverencias; limpiarlo asímismo de toda otra indecencia que afée el lugar santo, y le hace tocar una campana, por corresponderle llamar y atraer á los fieles á la oracion y culto público. Al Lector entrega el ordenante el libro de las profef cías y al Exorcista el de los exorcismos, por la po

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testad que se da á éste para conjurar al espíritu maligno, y á aquel para catequizar é instruir al

(1) Ps. XV. y. 5.

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