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aumentando con el éxito de las experiencias; i con el tiempo se verán hacendados cuyos trabajos no solo serán dirijidos al interes, sino tambien a ese celo i amor que requieren las cienciasi las artes para llegar a algunos grados de perfec cion.

La interesante innovacion que se realice, no quedará refujiada en la hacienda del agricultor instruido. Los amigos, i sobre todo los vecinos, desearán tambien ponerla en práctica; i propagándose así de distancia en distancia, invadirá toda la república, i proporcionará a la nacion una renta que es imposible calcular por ahora. Chile, por su feliz situacion jeográfica, puede beneficiar todos los ramos de agricultura. Gozando de todas las temperaturas, de todos los climas, i atravesado en parte por grandes rios navegables, presenta un concurso de circunstancias que pueden hacer pronosticar, con algunas razones, que las otras naciones de la parte septentrional de la América deben hacerse algun dia sus tributarias. Al gobierno corresponde el apresurar ese tiempo, i a los chilenos el aprovecharse de sus ventajas.

Pero si al contrario, la agricultura continúa dominada por la vieja i perniciosa rutina, si no se llevan a las haciendas mas que conocimientos extraños a la profesion, e incapaces de hacer la mas pequeña mejora, se trabajará siempre sin gusto i sin ideas, al modo que una máquina, que lo mismo hace ahora, que lo que hacía cincuenta años há. De este modo, heredando los chilenos los falsos principios de ahora cien años, han reducido a la república a una situacion en que no debia hallarse. No se diga que las campañas no se cultivan mejor por falta de brazos. En lo jeneral, cada hacienda mantiene bajo el nombre de inquilinos un número de familias mas o ménos grande, que solo viven con los productos de una pequeña sementera, i embrutecidos con la miseria i la haraganería, pasan mucha parte del tiempo perezosamente tendidos, i se contentan las mas veces con unas pocas papas, sin cuidar de mejorar su suerte, porque no conocen los medios de buscarla i obtenerla. Sería del deber i del interes de los propietarios el servirse de estos hombres i de sus hijos, pues,

mediante un corto salario, podrian hacer triplicar las producciones de sus tierras, i tener la satisfaccion de hacer a la patria i a la humanidad el doble servicio de formar hombres laboriosos, i de sacarlos de ese estado miserable en que las circunstancias los tienen sumidos hasta el presente.

(Araucano, Año de 1831.)

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Uno de los establecimientos mas benéficos de estos últimos tiempos en Inglaterra, son las escuelas dominicales, o clases gratuitas para que los pobres aprendan a leer, solamente en los domingos, sin que se les siga perjuicio en sus jornales, por pérdida de tiempo i trabajo.

Habrá poco mas de cuarenta años que un hombre benéfico i piadoso, llamado Mr. Roberto Raikes, empezó a juntar los niños pobres de la villa de Painswick, en Gloucestershire, cada domingo, dándoles cartillas, i tomándose el trabajo de enseñarles a leer. En breve, se halló que los muchachos i muchachas mas adelantados servian de maestros a los otros; i distribuyendo la escuela en varias decurias, los mismos que venian a aprender contribuian a la enseñanza. Hubo ademas varios jóvenes de las cercanías, hijos de familias decentes, i a veces ricas, que, deseosos de contribuir a esta buena obra, se ofrecieron por maestros; de modo que en el espacio de veinte años tres mil niños pobres habian recibido en aquella escuela los elementos de primeras letras, con tan buenos efectos morales, que Mr. Raikes no halló el nombre de ninguno de ellos en los libros de entradas en la cárcel de Gloucester.

En 1785, se fundó una sociedad para el fomento de escuelas dominicales, con el título de Sunday School Society, cuyos miembros tomaron a su cargo el costear los gastos necesarios de cartillas i libros. En breve, se vieron establecitlas cerca de

tres mil escuelas en varias partes de Inglaterra e Irlanda. El número de niños de ambos sexos, que aprendieron a leer, en el espacio de los primeros catorce años despues del establecimiento, fué doscientos cuarenta i seis mil setecientos veinte i cuatro. Las cartillas i silabarios que se les dieron, suben a doscientos cuarenta i nueve mil ochocientos noventa i seis; ejemplares del Nuevo Testamento cincuenta i cinco mil ochocientos ochenta i uno; Biblias completas, siete mil cuatrocientas veinte i tres: los gastos subieron a cuatro mil ciento sesenta i cinco libras esterlinas.

Las escuelas de Bell i Lancaster, que en España i Francia se llaman escuelas de instruccion mutua, se establecieron por aquel tiempo, contribuyendo de un modo mas extenso a la instruccion de las clases pobres. Pero el objeto de los dos establecimientos, quiero decir las escuelas dominicales i las de instruccion mutua, es mui distinto. Éstas se dirije a la educacion de los niños pobres, cuyos padres no necesitan de ponerlos trabajar; aquéllas, a la de los que, estando empleados toda la semana, solo pueden dedicarse a la lectura los domingos.

Pero la beneficencia de los ingleses es injeniosa en extremo, i siempre está inventando nuevos modos de servir al jénero humano. A poco de haberse establecido las escuelas dominicales, se plantearon otras en el Norte de Gáles (North Wales) para adultos, con el objeto de enseñar a leer a los pobres que no tuvieron, en su juventud, quien los enseñase. La primera de estas escuelas dominicales de adultos se abrió en el territorio ya dicho, en 1811. En 1812, se abrió otra en Bristol. El primero que entró en ella a aprender el A, B, C, fué un hombre de sesenta i tres años; la primera mujer tenia cuarenta. Formóse tambien una sociedad para promover este objeto; i cuando solo habian pasado catorce meses desde su fundacion, ya existian nueve escuelas para hombres, e igual número para mujeres, en las cuales seiscientas una personas adultas habian aprendido a leer. En 1814, las escuelas de adultos en Bristol eran ya veinte i una para hombres i veinte i tres para mujeres; i el número de los que concurrian a ellas, mil quinientos.

Si atendemos a la dificultad de aprender a leer en ingles, a

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