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romano; i por mucho tiempo que se le consagre, nunca será demasiado, porque en él se encuentran cuantas ideas pueden apetecerse, para adquirir un conocimiento radical de las demas, que son sus ramos subalternos. Cuando ménos se necesitan dos años para recibir una instruccion regular en esa ciencia reguladora de los actos de la vida social. La clase de principios de lejislacion universal debe ser accesoria i no principal, i cursarse al fin de todos los estudios de derecho, porque en ella se desenvuelven todos los conocimientos anteriormente adquiridos.

Como el objeto de este artículo es manifestar los defectos del proyecto del plan de estudios, i no formar otro nuevo, nos limitamos a lo expuesto, i a indicar que aun en la parte material es inverificable, si no se duplican ciertos cursos principales, verbi gracia, el de teolojía que, debiendo durar cuatro años, no permite que lo sigan todos los estudiantes de filosofía que llenan sus tareas en dos. Así es preciso abrir un curso de teolojía cada dos años para dar abasto. Lo mismo sucede con el de matemáticas puras. Los fondos actuales del Instituto no sufren los gastos que demanda el aumento de profesores que se necesitan. Es preciso en esta clase de instituciones contar con la posibilidad de la cjecucion, i no contentarse con el vano placer de escribir una tabla sinóptica de materias.

(Araucano, Año de 1832.)

TEATRO

El mundo dramático está ahora dividido en dos sectas, la clásica i la romántica; ambas a la verdad existen siglos hace, pero, en estos últimos años, es cuando se han abanderizado bajo estos dos nombres los poetas i los críticos, profesando abiertamente principios opuestos. Como ambas se proponen un mismo modelo, que es la naturaleza, i un mismo fin, que es el placer de los espectadores, es necesario que en una i otra sean tambien idénticas muchas de las reglas del drama. En una i otra, el lenguaje de los afectos debe ser sencillo i cnérjico; los caractéres, bien sostenidos; los lances, verosimiles; en una i otra, es menester que el pocta dé a cada edad, sexo i condicion, a cada país i a cada siglo, el colorido que le es propio; el alma humana es siempre la mina de que debe sacar sus materiales; i a las nativas inclinaciones i movimientos del corazon es menester que adapte siempre sus obras, para que hagan en él una impresion profunda i grata. Una gran parte de los preceptos de Aristóteles i Horacio son, pues, de tan precisa observancia en la escuela clásica, como en la romántica; i no pueden menos de serlo, porque son versiones i corolarios del principio de la fidelidad de la imitacion, i medios indispensables para agradar.

Pero hai otras reglas que los críticos de la escuela clásica miran como obligatorias, i los de la escuela romántica como inútiles o talvez perniciosas. A este número, pertenecen las tres unidades, i principalmente las de lugar i tiempo. Sobre éstas, rueda la cuestion entre unos i otros, i a éstas alude, o

por mejor decir, se contrae clara i expresamente la Revista de nuestro número 145, que ha causado tanto escándalo a un corresponsal del Correo. Solo el que sea completamente extranjero a las discusiones literarias del dia puede atribuirnos una idea tan absurda como la de querer dar por tierra con todas las reglas, sin excepcion, como si la poesía no fuese un arte, i pudiese haber arte sin ellas.

Si hubiéramos dicho en aquel articulo que estas reglas son puramente convencionales, trabas que embarazan inútilmente al poeta i le privan de una infinidad de recursos, que los Corneilles i Racines no han obtenido con el auxilio de estas reglas, sino a pesar de ellas, sus grandes sucesos dramáticos; i que por no salir del limitado recinto de un salon i del círculo estrecho de las veinte i cuatro horas, aun los Corneilles i Racines han caído a veces en incongruencias monstruosas, no hubiéramos hecho mas que repetir lo que han dicho casi todos los críticos ingleses i alemanes i algunos franceses.

Pudiéramos haber dicho con Latouche que los novadores se apoyan en necesidades reales i en consideraciones juiciosas; que los que aspiran a la perfeccion de las artes tienen siempre. razon, i los exclusivos e intolerantes yerran solos; que ciertas trabas aristotélicas, verbi gracia, las unidades de lugar i de tiempo, o las unidades de salon i cuadrante, como hoi se llaman, desacreditadas por las discusiones del siglo XVIII, han venido ya a tierra; que esta exijencia abusiva ha hecho caer a los maestros de la escena en muchos absurdos; que pocas extravagancias de las que se llaman románticas exceden a la inverosimilitud de hacer conspirar a Cinna en el inmóvil gabinete de Augusto, i de mostrarnos a los templarios indiciados, presos, interrogados, sentenciados i quemados en veinticuatro horas; i que si los imperios, las leyes, las ciencias, la política i hasta la relijiones se mudan, ¿en qué puede fundarse la excepcion de inmortalidad, para el pequeño código literario del preceptor de Alejandro?

Pudiéramos haber dicho con Sismondi que «si, en vez de

* Véase en la pájina 440 de la Vida de don Andres Bello.

buscar las emociones poéticas, se va al teatro con el libro de la lei en la mano, para denunciar como repugnante i disforme todo lo que se aparte de este cánon sagrado, nos privaremos de infinitos goces, no conoceremos jamas la extension del espíritu humano, i nos veremos encerrados por preocupaciones mezquinas en una ignorancia tan funesta al entendimiento como a las artes; que los críticos franceses han analizado con extremada sagacidad i finura todas las delicadezas de verosimilitud i de estilo, todos los rasgos de carácter, en las obras maestras de la escena francesa, pero no han analizado con profundidad esa lejislacion primitiva de las tres unidades, que para ellos es un artículo de fe, un dogma inatacable, i que, sin embargo, mirada de mas arriba, es absolutamente arbitraria; que los tres grandes dramáticos franceses no fundaron las reglas del teatro, ántes bien, las hallaron establecidas por escritores mediocres que estaban en posesion de la escena ántes que ellos; que, si los antiguos no reclamaron la libertad del drama romántico, fué sin duda porque no podian mudar las decoraciones, ni desterrar de la escena los coros; que lo que se encuentra en Aristóteles acerca de las tres unidades está en un tratado oscurísimo, que se sospecha de apócrifo; i que este filósofo estaria bien léjos de pensar que se tratase su autoridad con menosprecio, i con una irrision a veces injusta, en la lójica, la metasisica, la física i la historia natural, que estudió toda su vida, i en que hizo descubrimientos importantes, i fuese venerada como lei suprema en poesía, a que, de todos los ejercicios del espíritu hunano, era mas extranjero por carácter. »>

Todo esto i muchísimo mas pudimos haber dicho; pero no nos hemos adelantado a tanto. Propusimos dudas; referimos opiniones ajenas; i nos remitimos al juicio i sentimientos de nuestros lectores. ¿Será, pues, corromper el gusto de la juventud convidarla al exámen de una cuestion en que están divididos los votos de los eruditos?

«Ignora usted, señor mio, (nos pregunta el campeon de Aristóteles) que por esta pésima doctrina se deslució vilmenté el fecundo injenio de López de Vega, i aun el de su portentoso contemporáneo Shakespeare?» Lope de Vega se desluce,

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