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cuando contraviene a las leyes esenciales del drama i de toda composicion; no cuando falta a los preceptos convencionales de los rigoristas clásicos. Pero ¿qué sabrá del fecundo injenio de Lope de Vega, el que ni aun sabe su nombre?

El articulista nos acusa de querer intro lucir en Chile aquellos principios garrafales, como si ningun chileno hubiese leído a los famosos maestros Aristóteles, Horacio, Boileau i Martinez de la Rosa.-Principios garrafales es una impropiedad garrafal; i si hai chilenos que hayan leído a todos esos autores (como sabemos que los hai) no es por culpa de ciertos corresponsales del Correo, que han hecho de su parte todo lo posible para que olvidemos hasta la lengua de Virjilio i Horacio, como una antigualla despreciable, digna solamente de ser conocida en la edad media.

Pero, donde el discípulo del estajirita da mas a conocer su juicio i candor, es en el capítulo de las contradicciones. De last tres que nos echa en cara, la primera es esta: que, habiendo dicho que la regularidad de la trajedia i comedia fracesas parece ya a muchos monótona i fastidiosa, decimos despues que el gran Corneille se elevó con su Cid a lo mas bello que en este jénero nos ha dejadoʻla antigüedad clásica, i que la celebridad de esta inmortal produccion se extendió por toda la Europa. En esto, no hai contradiccion ninguna, i si la hai, es de los franceses i de la Europa, no nuestra.-Que el Cid es una hermosísima trajedia, es cosa en que todos convienen, si no es algun crítico exajerado de la escuela romántica, porque la exajeracion i el fanatismo se encuentran en todas las sectas. Que el Cid obtuvo una celebridad prodijiosa, es un hecho; i que en Paris está actualmente desierto el teatro frances i todos corren con preferencia a los dramas de Scribe i compañía, es otro hecho de que podemos dar fiadores respetables. Si los hechos se contradicen, no es culpa nuestra. Como esos, hai muchos que parecen repugnantes entre sí, i de que sin embargo no podemos dudar. Pero ¿quién ignora que el gusto varía de un tiempo a otro, aun sin salir de lo razonable i lejítimo, i que en el teatro, mas que en ninguna otra cosa, es necesaria la variedad para cautivar la atencion?

«¿No nos dirá usted (prosigue) por qué razon, despreciando las lecciones de aquel gran maestro (Corneille), consignadas en el comentario que hizo él mismo de sus obras, se ha reconocido en Paris la necesidad de variar los procederes del arte dramática?»-No sabemos por qué se nos ha de obligar a dar cuenta de las inconsecuencias ajenas, como si tuviésemos en ellas otra parte que referirlas. El hecho es cierto, i eso basta. Si nuestro censor desea saber la causa, pregúntescla al público de Paris, que sin duda celebrará como es debido la noticia del comentario que Corneille hizo de sus obras, i de que nadie sospechaba la existencia hasta ahora.

Para esto trabajaron (dice) los clásicos de la antigüedad i sus infatigables predecesores: para pintar los diferentes afectos del corazon humano. »-Esos infatigables predecesores de los clásicos de la antigüedad serán sin duda algunos dramáticos asirios, caldeos, fenicios o ejipcios de que no tenemos noticia.

Otra contradiccion nuestra es que, habiendo dicho que el cardenal de Richelieu azuzaba a los émulos de Corneille, i excitaba a la Academia a componer la censura del Cid, decimos a renglon seguido que protejió las letras con munificencia, i contribuyó a la formacion del teatro frances.-Aquí trabucan de todo punto las entendederas del articulista. Que le entienda quien te hizo, exclama, despues de devanarse los sesos inútilmente por descifrar este enigma. ¿Se ha visto jamas un modo de criticar semejante? ¿Por qué principio de justicia o qué regla de lójica han de ser contradicciones nuestras las del cardenal de Richelieu? O mas bien, ¿qué hai de contradictorio ni de absurdo en que un primer ministro orgulloso tuviese un pique pasajero con el autor del Cid, i se portase en todo lo demas como un protector liberal del teatro i del mismo Corneille?

El verbo azuzar es otra de las cosas que han ofendido el delicado gusto del moderno Aristarco. Serian mastines, dice. Sin embargo, el uso que hemos hecho de este verbo es recibido i corriente, i se halla en el diccionario de la Real Academia Española. Pero, aunque lo omitiese la Academia, ¿quén no sabe que es cosa frecuentisima aplicar por semejanza a los hombres,

i aun a los seres abstractos, lo que es propio de los brutos? De la guerra i de la peste se dice que devoran. Cuando alguno desbarra por meterse a hablar de lo que no entiende, suele decirse que rebuzna. Nada es mas comun que estas metáforas en nuestra lengua i en todas las lenguas del mundo.

(Araucano, Año de 1833.)

LATIN I DERECHO ROMANO

Todos los argumentos que se hacen contra el estudio de la lengua latina, i que ha reproducido a la larga el Valdiviano Federal en su último número, se pueden reducir a uno solo: que el tiempo que se dedica al latin puede emplearse en la adquisicion de otros conocimientos mas provechosos. Alguna fuerza pudiera hacernos este argumento, si viéramos que, al paso que desaparece de entre nosotros el latin, se cultivaban las lenguas extranjeras; que, en lugar de Virjilio o Quinto Curcio, andaban en manos de los jóvenes Milton, Robertson, Racine o Sismondi; i que las clases destinadas a las ciencias naturales contaban con algun número de alumnos. Pero no es así; desaparece el latin, i no vemos qué lo reemplace. Notamos tambien que los que sobresalen en los conocimientos modernos son por lo regular aquellos mismos que se han dedicado al latin; i esto era lo que naturalmente debia suceder. La enumeracion que vamos a hacer de las utilidades del estudio de aquella lengua, servirá de respuesta a los que desean verla olvidada i proscrita.

Primeramente, es difícil hablar con propiedad el castellano, si no se posee la lengua madre, de que se derivan casi todos los vocablos i frases, i a que en la construccion i el jenio se asemeja tanto. ¿De qué proviene el mal uso que se hace entre nosotros de multitud de voces, i los solecismos que se cometen amenudo hablando i escribiendo? Se dirá con razon que proceden de no estudiarse el castellano; pero es preciso añadir que una de las cosas que hacen mas fácil su estudio, i

nos llevan con mas brevedad i seguridad al uso lejítimo de sus vocablos i frases, es el conocimiento de la lengua latina. Es un error creer que se aprende la propiedad del castellano con solo estudiar la gramática de la Academia u otra alguna.

En segundo lugar, tampoco hai nada que facilite mas la adquisicion de las lenguas extranjeras, que el previo conocimiento de la latina. No hablamos de aquella adquisicion superficial que consiste en traducir un libro fácil, i en seguir con soltura una conversacion sobre materias familiares. Algo vale sin duda esta adquisicion, i es mucho mas rara de lo que se piensa. Pero, considerando los idiomas como otros tantos medios de cultura intelectual, que es bajo el aspecto que los mira el Valdiviano, es menester ir mas allá; es menester poscerlos de manera, que se forme una idea cabal del valor de sus signos, i de las varias modificaciones i matices que sus enlaces i condiciones dan al pensamiento; sin lo cual no es posible seguir el hilo de una discusion filosófica, ni comprender los procederes del análisis de objetos abstractos; i todavía lo es ménos percibir el mérito de las obras de injenio, donde se puede decir que la expresion es el todo. Para aquellos que no poseen las lenguas extranjeras en este grado, las composiciones de Racine, La Fontaine, Bossuet, o de Milton, Pope i Byron (no decimos nada de escritores como Shakespeare i Montaigne), pierden todo su colorido i hermosura. Comprenderán a bulto el sentido, pero no percibirán el espíritu que anima las obras maestras de las artes, de cuyo gusto debe empaparse, la juventud que las cultiva. Para llegar a este punto, concebimos que sirve de mucho aquel hábito de análisis filolójica, que se forma en el estudio de las lenguas antiguas. Esta es una llave maestra, que introduce a lo mas difícil i recóndito de los otros idiomas. Si se averigua quiénes son aquéllos que mejor entienden el idioma frances o el ingles, i son mas capaces de verterlos con propiedad en el nuestro, se echará de ver que apénas hai uno entre ciento que no haya tenido la preparacion de que hablamos.

En tercer lugar, para el cultivo de las bellas letras es de la mayor importancia el latin, no solo porque sin este medio no

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