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julo, i el segundo de seis, llano, i se usaba ordinariamente en coplas de cuatro versos de una sola rima.*

Pero sería inexcusable detener mas al lector en menudencias tan áridas, i relativas a una versificacion que solo merece conocerse por haber dado oríjen a la que ahora se estila en casi toda Europa. Concluiré observando que los versos RÍTMICOS nacidos entre la plebe, i largo tiempo desdeñados de los literatos, fueron poco a poco ganando terreno, al mismo paso que el latin iba caminando a su último estado de corrupcion, i que, descuidadas las letras, se hacía cada vez mas dificultoso i raro el conocimiento de la antigua prosodia. Los literatos mismos empezaron entónces a cultivarlos, i de la dejenerada jerigonza del pueblo pasaron al latin de las escuelas i monasterios. Así que una gran parte de las composiciones RÍTMICAS que se conservan tuvieron por autores a los hombres de mas instruccion e injenio que florecieron en aquellas edades tenebrosas.

Como aquellos de Gualtero Mápes, arcediano de Oxford, en alabanza del vino:

Mihi est propositum in taberna mori,
vinum sit appositum morientis ori,
ut dicant, cum venerint, angelorum chori:
Deus sit propitius huic peccatori.

DEL RITMO ACENTUAL

I DE LAS PRINCIPALES ESPECIES DE VERSOS

EN LA POESÍA MODERNA

Si hubiera de seguirse escrupulosamente la razon de los tiempos, deberia tratarse aquí de la rima, que apareció en la poesía latina a la época misma que el metro dejeneraba en el ritmo de los siglos medios; pero es tan íntima la conexion entre la materia de este discurso i la del anterior, que juzgué indispensable acercarlas.

Prescindiendo, pues, por ahora, de la rima, la medida de los tiempos se hace en la poesía moderna, como en la de los siglos medios, por cesuras i acentos. La cesura final viene acompañada de una pausa que no permite la sinalefa entre el fin de un verso i el principio de otro; i es indiferente para el ritmo que esta cesura venga inmediatamente despues de la última sílaba aguda, o que intervengan algunas sílabas graves, que formen con la aguda un mismo vocablo; de manera que, o considerando dichas sílabas graves como necesarias, podemos suponer que, cuando faltan, se suple por medio de la pausa final el tiempo preciso para el complemento del período rítmico; o mirándolas como superfluas, podemos imajinar que, cuando existen, se embeben en la pausa.

Pero convendrá declarar con mas presicion qué es lo que se debe entender por este embebimiento de las sílabas en la cesura

final. El oído exije cierto espacio de tiempo entre el último acento agudo de una línea, i el primer sonido de la siguiente; i con tal que se le dé este espacio, le es indiferente que se le llene de sílabas graves en todo u en parte, o que se le deje enteramente vacío. Bien es que aun con estas pequeñas diferencias se tiene algunas veces cuenta; i en el dia no está bien recibido entre nosotros emplear promiscuamente los finales agudo, grave i esdrújulo, cuando se componen obras serias en verso endecasílabo; pero el uso jeneral, que los reputa por equivalentes en otros estilos i jéneros de metro, i la libertad de mezclarlos a arbitrio que se permitieron, aun en las estancias heroicas, los grandes maestros de la poesía moderna, nos obligan a reconocer, en jeneral, que las sílabas graves que siguen al último acento agudo, no son esenciales al ritmo. Digo en jeneral, porque en realidad no hai accidente, por pequeño que sea, en la prolacion de las palabras, de que no pueda hacerse uso para señalar intervalos de tiempo, i que por tanto no pueda entrar esencialmente en el ritmo. Supongamos que un poeta quisiese reducir a cierta regla constante la sucesion de los finales agudo, llano i esdrújulo. ¿No es claro que resultarian de aquí series análogas, en que a iguales intervalos de tiempo esperaria i encontraria el oído unos mismos accidentes? i no naceria de la regular repeticion de estos accidentes un ritmo verdadero? Esto es cabalmente lo que hacen ahora los franceses, sujetando a una alternativa perpetua las rimas aguda i llana, que llaman masculina i femenina; alternativa que exijen en toda especie de verso i de estilo, i por consiguiente se debe mirar como una parte esencial de su sistema rítmico. Pero los límites que me he propuesto no abrazan estas modificaciones particulares del sistema comun de los europeos.

Siguese de lo dicho que, mientras el final agudo, llano u esdrújulo no se considere hacer diferencia en el verso, convirtiéndole de una especie en otra, es un error contar la última sílaba de los versos llanos en el número de las esenciales; i que por consiguiente las denominaciones de octosílabo i endecasílabo dadas por los españoles e italianos a los versos que tienen el último acento sobre la séptima i la décima, son ab

solutamente impropias. La causa de computarse diferente el número de sílabas esenciales a cada metro, consiste en que cada nacion ha mirado el final que ocurria mas amenudo en su lengua, como el único natural i propio. En español e italiano, las rimas llanas son mas fáciles i comunes que las agudas i esdrújulas: en ingles, al contrario, (i lo mismo sucedia en frances, ántes de establecerse la alternativa de la rima femenina con la masculina, que es práctica reciente), si se abre cualquier poema, se verá que el final agudo aparece mas frecuentemente que ningun otro. Era, pues, tan natural a un frances o a un ingles el considerar como superflua la última sílaba del verso grave, como a un español o italiano la del esdrújulo. De lo cual se deduce que ambas lo son igualmente.

Esta propiedad de rechazar la sinalefa, i de hacer indiferentes la presencia o ausencia de las silabas graves despues de la postrera aguda, es en el dia peculiar a la cesura final, i lo que la distingue de la otra cesura, que en algunas especies de versos debe ocurrir en medio de ellos; de manera que donde quiera que se presenta una cesura con este carácter, allí es necesariamente el fin del período rítmico. Segun este principio, el alejandrino de don Gonzalo de Berceo, en que la cesura media goza de todos los privilejios de la final, parece que se debe considerar como una reunion de dos distintos hexasilabos; al paso que el alejandrino mas moderno de los franceses, que, si hai sílaba grave en la cesura media, exije que termine en vocal, para que se elida con el hemistiquio siguiente, que ha de comenzar asimismo en vocal, se deberá reputar por un verdadero dodecasílabo. Pero esta diferencia de cesuras no fué conocida de los fundadores de la poesía moderna. Para ellos, la cesura final i la media venian acompañadas de una pausa tal, que en ambas se dejaba de cometer la sinalefa, i se miraban las graves como nulas; lo cual no parecerá extraño, si se tiene presente que no reputaban la sinalefa por necesaria, ni aun cuando concurrian vocales fuera de la cesura; de que tenemos multitud de ejemplos no solo en los mas antiguos poemas de las lenguas modernas, sino tambien en los versos latinos de los siglos medios. En efecto, era natural que la pronuncia

OPÚSC.

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