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sabido de todos, lo que deben a don Andres Antonio de Gorbea las ciencias matemáticas, que poseia profundamente en sus mas elevados ramos; de cuyo estudio puede casi llamarse el fundador en Chile, i cuya enseñanza dirijió por muchos años en el Instituto, contribuyendo a ella no solo por sus asiduas lecciones orales, sino por recomendables escritos. Fué decano de la facultad i conservador del museo, desde la nueva organizacion de la universidad; fué jefe de injenieros civiles desde la formacion de este cuerpo, i sirvió sin interrupcion estos destinos hasta su fallecimiento, que honraron expresivas demostraciones del sentimiento público, inspirado por una justa apreciacion de su mérito. Hacen el mejor elojio de don Andres Antonio de Gorbea sus distinguidos discípulos i el estado floreciente en que ha dejado la ciencia que era toda su ocupacion, todo su entretenimiento, todo su amor. Pero no sería justo pasar en silencio otras prendas que solo estaban a el alcance de los que le trataban i oían: su inalterable serenidad i templanza en la discusion; la sencillez de sus costumbres; la liberalidad con que franqueaba el auxilio de sus conocimientos a los que se hallaban en el caso de recurrir a ellos.

Los títulos de don José Miguel de la Barra al agradecido recuerdo de los chilenos no se limitaron al decanato de la facultad de humanidades que sirvió desde la nueva organizacion de la universidad hasta su muerte, i en que se dedicó de un modo particular a la inspeccion de las escuelas de la capital. Fué secretario de la primera mision enviada por la naciente república a las naciones de Europa, sirviendo en ella a las órdenes del ilustre Egaña, con quien le unian vínculos estrechos de amistad i confianza, corroborados por la semejanza de costumbres i opiniones. Nombrado para el consulado jeneral de Chile en Londres, creyó de su deber rechazar un exequatur que juzgó injurioso a la posicion en que se habia colocado su país. Fué intendente de la provincia de Santiago; fué jefe de la oficina de estadística. Desempeñó varios otros cargos a satisfaccion del gobierno; especialmente el de secretario del ilustre jeneral que con tanta gloria acaudilló la expedicion enviada contra la confederacion perú-boliviana. Trabajó con

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empeño en la creacion de establecimientos de beneficencia. Tuvo mucha parte en la fundacion de la Sociedad de Agricultura i en los primeros trabajos de este cuerpo; influyó bastante en la reorganizacion de la universidad; i ha dejado en el Asilo del Salvador un monumento de su piedad cristiana. En cuanto a sus prendas personales, no tengo que añadir al acabado retrato que de este hombre a todas luces estimable ha trazado en su discurso de inauguracion el jóven literato que fué llamado a reemplazarle en la facultad de humanidades.

Otro miembro de esta facultad ha apreciado con bastante exactitud en una ocasion semejante las cualidades i servicios de don Ventura Cousiño. Adhiero cordialmente a lo que allí se dijo en su alabanza, como profesor, como literato, como hombre privado. Lamentable fué el accidente que le arrebató tan temprano a las letras, i despues de largos padecimientos le arrojó al sepulcro.

El prebendado de esta santa iglesia metropolitana don Pedro Réyes, fué en el ministerio sacerdotal un modelo de austera virtud, de cristiana abnegacion i humildad. Sirvió con asidua dedicacion el decanato de la facultad de teolojia a que está anexa la direccion de la academia de ciencias sagradas. En la muerte de don Pedro Palazuélos Astaburuaga, miembro de la facultad de teolojía, fundador de la escuela del Santo Sepulcro i del Conservatorio de Música, desapareció un amigo del pueblo, a cuya moralizacion i bienestar se consagró, cifrando ambas cosas en la fe i en el amor al trabajo. Dedicó a ellas lo que en sus circunstancias le era dado: un celo ardoroso i una actividad infatigable. Hablaba a la mente del artesa no i del proletario con ceremonias piadosas i representaciones simbólicas Deseaba quitar al progreso industrial sus tendencias materialistas i santificar el trabajo. Tuvo la conciencia de una mision especial, i consiguió en ella resultados plausibles.

El doctor Lafargue, por sus profundos estudios en su país natal, la Francia, por los servicios que prestó en Paris durante la asoladora epidemia del cólera i que le granjearon una medalla de honor, por los premios que la Academia de Medicina de Burdéos adjudicó mas de una vez a sus memorias medica.

les, i por los extensos conocimientos que despues se le vió desplegar en Chile, i particularmente en su oposicion a la cá-tedra de anatomía, fisiolojia e hijiene, i en el lucidísimo desempeño de ésta, era sin disputa uno de los miembros mas distinguidos de nuestra facultad de medicina. Ni se limitaba su saber a esta ciencia. Una memoria suya sobre la condicion jeolójica de los terrenos contiguos al volcan de Antuco, le . granjeó en Francia la cruz de la lejion de honor. «El doctor Lafargue ha muerto, dijo el señor Aguirre, clejido por la misma. facultad para sucederle, víctima de una malhadada predisposicion de ánimo. Su muerte procedió de afecciones morales, mas agudas a veces que las dolencias físicas; verdaderas enfermedades del alma. »

He hablado de don José Agustin Olavarrieta, miembro de la facultad de humanidades. Su delicada salud i prematura muerte privaron a la nacion de los frutos que sus largos i lucidos estudios en Chile i Europa, i su despejado talento prometian. Ha dejado una muestra de lo que podia esperarse de sus trabajos científicos, en el tratado de Topografía i Agrimensura, que, como dije ántes, sirve de texto en la Escuela Militar.

Cerrará este catálogo mortuorio don Francisco García Huidobro. Modesto hasta rayar en el encojimiento, hizo un uso liberal de su fortuna en pro de los menesterosos, ocultando sus beneficios, como si se avergonzara de hacerlos. No hubo una conciencia mas recta, ni un corazon mas puro. Presidió por muchos años a la Biblioteca Nacional sin remuneracion de ninguna clase. Una triste enfermedad le arrebató ántes de tiempo al país.

(Anales de la Universidad, Año de 1854.)

MEMORIA

QUE EL RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DEBIÓ PRESENTAR
ANTE ESTA CORPORACION EN 1859

Dos causas, señores, han contribuido al largo retardo de esta exposicion, que debia haberos sido presentada mas de un año hace. La primera es notoria, el estado de mi salud: el excelentísimo señor patrono tuvo la bondad de concederme el espacio de tiempo que me fuese necesario para ejecutar este trabajo. La segunda es la escasez de los materiales que esta exposicion exijia; porque de los informes periódicos de las provincias no habian venido, ni con mucho, los suficientes para deducir resultados jenerales, a lo ménos aproximativos. Ya en otras ocasiones he tenido que lamentar esta falta, a pesar de las órdenes que el supremo gobierno habia repetidas veces circulado para su remision. Baste decir que hai provincia de que apénas se habrán recibido, durante los tres quinquenios precedentes, uno o dos estados jenerales de los prescritos por decretos supremos; i la provincia a que aludo es cabalmente una de las mas adelantadas de la república.

Principiaré, como lo hice en las dos épocas precedentes, echando una mirada sobre la instruccion primaria. Contra la difusion de este importantísimo elemento de civilizacion, militan todavía, i militarán algun tiempo, las causas que enumeré en mi primera memoria, pronunciada el 29 de octubre de 1848;

OPÚSC..

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