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El universo se halla, segun Bálmes, en este caso. La superficie que le termina carece de prominencias i cavidades aun infinitísimas; i eso en virtud de una necesidad metafísica, de manera que la Omnipotencia misma no hubiera podido darle otra forma.*

El sentido comun de Bálmes no ha podido ménos de protestar contra tan extrañas aserciones. «Si el lector, dice Bálmes, me pregunta lo que pienso sobre ellas, i sobre el principio en que estriban, confesaré injenuamente que, si bien el principio me parece verdadero i las consecuencias lejítimas, no obstante, la extrañeza de algunas de ellas me infunde sospechas de que en el principio se oculta algun error, o que el raciocinio con que se infieren las consecuencias, adolece de algun vicio, que no es fácil notar. Así mas bien presento una serie de conjeturas i de raciocinios para apoyarlas, que no una opinion bien determinada.» A mí me parece que toda la armazon dialéctica de Bálmes va por tierra desde que se reconozca que la capacidad del espacio puro significa no-resistencia; cualidad que nadie querrá disputar a la nada.

Cualquiera que sea la opinion que nos formemos del sistema idealista no menospreciado por Bello como una hipótesis, siempre se leerán con mucho interes las pájinas en que lo ha defendido con su dialéctica acostumbrada. La discusion referente al espacio ofrece igual o mayor interes.

Un viaje, aunque rápido, emprendido en esas rejio

* Filosofia Fundamental, tomo II, pájinas 200 i siguientes.

OPUSC.

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nes misteriosas de horizontes inmensos, a que no alcanzan los sentidos, atrae, ilustra, fascina.

Muchas de las impugnaciones del filósofo americano no dejan lugar a réplica.

V

El 25 de noviembre de 1834, la Biblioteca Nacional de Chile abrió sus puertas al público.

La instalacion fué una fiesta a que asistieron el presidente de la república, los ministros del despacho i varios empleados i particulares.

El establecimiento debia abrirse todos los dias desde las diez de la mañana hasta la una de la tarde, excepto los domingos.

Don Andres Bello tachó de poco cómodo el arreglo indicado, pues no era fácil que pudieran concurrir a tales horas casi todos aquellos en quienes debia suponerse mas inclinacion a leer o consultar alguna obra, o mas necesidad de hacerlo.

En cambio, defendió la disposicion que prohibia que los concurrentes penetrasen en los salones donde los libros estaban colocados.

«Algunas personas de las que han visitado la Biblioteca, dijo en El Araucano número 221 de 5 de diciembre de 1834, han extrañado que no se les permitiese entrar a su interior. Estamos seguros de que los que han pronunciado esta queja no se han detenido a considerar los graves daños que de semejante práctica se seguirian al establecimiento, pues no sería posible conservarlo, si se dejase entrar a las piezas donde están depositados los libros, i sobre todo si cada cual tuviese la facultad de ir

a los estantes a sacar los que excitasen su curiosidad. Una biblioteca tiene poco que ver. Estantes, pergaminos i pastas no son objetos cuya inspeccion pueda causar el menor deleite a la vista. Se va a las bibliotecas a leer. Si se necesita un libro en particular, es infinitamente mas cómodo pedirlo al que sabe donde se halla i puede proporcionarlo en un momento; i si se quiere elejir entre las obras de la biblioteca, con hojear el catálogo se hace la eleccion en pocos minutos.

«Para adoptar otro método, sería menester que hubiese una tropa de celadores en cada salon. Sería la mayor insensatez presumir que todos los que visitan un establecimiento público tendrán suficiente probidad para abstenerse de menoscabarlo o dañarlo; i la posibilidad de que no la tenga uno solo, hace necesario observarlos. a todos. Las precauciones adoptadas en Santiago no son todavía tan estrictas, como las que se hallan establecidas en la biblioteca del museo de Londres i en otras de Europa.

«La nuestra presenta ya un mediano caudal de libros. en casi todos los ramos de instruccion, aunque es grande el número de obras mancas. Esto da a conocer el abandono en que se ha tenido este precioso depósito en años anteriores, i la necesidad de las reglas que se han puesto en práctica para evitar nuevos desfalcos. Predomina en ella, como era de esperar, la parte eclesiástica; pero tiene un buen surtido de jurisprudencia civil, filosofía, jeografía, historia, viajes, variedad de ediciones de los clásicos latinos i griegos (particularmente de los primeros) i sus mas afamadas versiones; i no le faltan algunos de aquellos objetos curiosos, que mas por su rareza, que por su mérito intrínseco, llaman la atencion

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de los aficionados a la bibliografía. En los ramos de ciencias naturales, matemáticas i medicina, es algo escasa; pero el celo de nuestro gobierno por el cultivo de las letras nos alienta a esperar que dentro de poco habrá desaparecido este vacío.»

Posteriormente don Andres Bello apoyó con eficacia la siguiente circular dirijida por el ministro de instruccion pública don Manuel Montt a los intendentes de provincia para que los dueños de imprenta remitiesen a la Biblioteca Nacional dos ejemplares de todas las obras que publicasen.

La circular i el artículo de que hablo aparecen en El Araucano número 610, fecha 29 de abril de 1842.

«Santiago, abril 27 de 1842.

«El gobierno está informado de que los administrado res de imprentas, contraviniendo a lo prevenido en la lei de 24 de julio de 1834, no remiten a la Biblioteca Nacional el número de ejemplares de cada uno de los impresos que publican, i que, a excepcion del Mercurio de Valparaiso i de la Gaceta del Comercio de la misma ciudad que se mandan con exactitud, apénas se le pasa, de tarde en tarde, uno que otro de los papeles que se dan a luz. Con el objeto de evitar esta escandalosa defraudacion que se hace a la Biblioteca, me ordena el presidente de la república prevenir a V. S. dé las órdenes convenientes para que los impresores residentes en su respectiva jurisdiccion, remitan puntualmente a dicho establecimiento, dos ejemplares de cada una de las obras, periódicos o papeles sueltos que publiquen, conforme a lo prevenido por el artículo 13 de la enunciada lei, obligándoles asimismo a reintegrar aquellos impresos que

hubieren omitido mandar en el tiempo pasado, i apercibiéndoles, finalmente, que, en caso de contravenir a las resoluciones anteriores, se procederá contra ellos en los términos que prescriben las disposiciones vijentes sobre la materia.

«Dios guarde a V. S.

MANUEL MONTT.»

«Debemos señalar una omision culpable bajo varios aspectos, i principalmente por la reiterada infraccion de una disposicion conveniente i benéfica: tal es la que se menciona en la circular ministerial, inserta en el presente número de El Araucano, respecto de algunas imprentas, en las que no se cumple con las leyes vijentes acerca del depósito en la Biblioteca Nacional de toda clase de obras i papeles impresos; no es nueva semejante omision; i el celoso director de la Biblioteca Pública, despues de muchos pasos infructuosos cerca de los administradores inexactos de aquellas imprentas, la habia hecho notar al gobierno en diversas ocasiones. Citaremos solo una comunicacion de este funcionario, datada a 10 de junio de 1839, en la que, despues de indicar las inmensas dificultades que habia tenido que vencer para formar una coleccion de impresos «en favor de los que deseen estudiar la historia i comparar los progresos de la ilustracion de nuestro país», se hace cargo del artículo 10 de la lei de 24 de julio de 1834, que proveia para lo sucesivo en esta parte, por medio del depósito en la Biblioteca; «pero desgraciadamente (añade) es desobedecida esta benéfica disposicion; nadie consigna el número de ejemplares prevenidos por la lei; se tiene un hombre asalariado para que recorra las imprentas i recoja los impresos que se dan a luz, i ni aun así se con

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