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sigue la recaudacion de todos los que se publican.» El gobierno no debia desentenderse de semejantes reclamos; i en consecuencia dictó un decreto para hacer efectiva la disposicion de la lei, i perseguir a los infractores.

«A este decreto supremo, de fecha 18 de junio de 1839, se refiere principalmente la circular ministerial de que hemos hecho mérito, i es ciertamente sensible que tengan que emplearse semejantes medios, cuando deberia ser mas que suficiente el tenor solo de la lei, para que se cumpliese con una disposicion que no puede llamarse onerosa, i de una utilidad tan demostrada para el público, i aun para los mismos impresores. Sabida es la dificultad que hai actualmente para formar una coleccion regular de los escritos periódicos de la época de la independencia, i aun de muchos contemporáneos, que no se encuentran en las mismas imprentas en que fueron publicados, i que apénas existirán en el país tres o cuatro de estas colecciones, recojidas a costa de mucha dilijencia i de gastos desproporcionados por unas pocas personas celosas de la conservacion de los pequeños monumentos nacionales que poseemos en esta línea. En la Biblioteca Pública, al ménos, si la lei fuese cumplida con exactitud, se encontraria un depósito arreglado de estos escritos, que serian asegurados contra la incuria de los indiferentes i contra las injurias del tiempo, i donde podrian ser consultados por todas las personas estudiosas, tanto nacionales como extranjeras, que deseen instruirse en la historia, la estadística jeneral o particular de un ramo, las costumbres i el estado de civilizacion i cultura del país en diferentes épocas, compararlas entre sí, etc., etc.

Se ve, por lo tanto, que, para este depósito, no solo.

son indispensables los periódicos políticos i literarios, sino tambien todas las obras i papeles sueltos, de cualquiera jénero, científicas, judiciales, estadísticas, etc., aun cuando conciernan a intereses particulares, como los informes en derecho u otras que se presentan en las cortes de justicia; las que se refieren a un ramo, como las listas de precios corrientes, los prospectos i transacciones de sociedades industriales; i en jeneral todo lo que se imprima, por transitorio o indiferente que aparezca; que rigorosamente nada puede serlo, para el que busca precedentes, o estudia a fondo una época cualquiera.

«Así tambien la lei lo ha previsto, i comprende justamente en la obligacion del depósito, sin excepcion alguna, todo jénero de escritos: ella debe ser obedecida, i estamos seguros que se exijirá rigurosamente su observancia. Es de esperarse que no llegue este caso, i que los actuales administradores de imprentas se apresurarán a mandar a la Biblioteca Nacional todas sus publicaciones, sin necesidad de reconvenciones de parte del establecimiento, asegurando de este modo sencillo al país un depósito completo de todas sus producciones, i en el que, rejistrándose lo pasado i lo presente, se aumente el caudal de nuestros conocimientos, i puedan leerse al mismo tiempo, por las personas sagaces, los destinos a que somos llamados para lo venidero.»>

El ministro de estado i el redactor del periódico oficial querian que la Biblioceca de Santiago tuviese, entre los tesoros acumulados del saber humano, un archivo completo de la literatura chilena.

VI

Desde que vino a Chile, don Andres Bello fué uno de los mas ardientes partidarios de que se formara una estadística exacta, que suministrase datos precisos sobre el estado del país.

Solo ella podia proporcionar una base firme para emprender reformas convenientes, i un crisol seguro para aquilatar las teorías escojitadas en la soledad del gabinete.

El 9 de enero de 1835, comenzó a insertar en el número 226 de El Araucano un artículo referente a estadística traducido del Foreign Review, el cual, segun su opinion, encerraba consideraciones fáciles de aplicar a Chile.

A la conclusion añadia:

«En un país dado, el incremento de la poblacion debe anivelarse al de los medios de subsistencia, segun los desenvuelva la condicion intelectual e industrial de la sociedad. Si éstos crecen ménos velozmente que aquélla, como sucede en los países en que el principio moral no tiene toda la fuerza conveniente, la consecuencia es la miseria de las clases inferiores, con el cortejo de vicios, delitos, enfermedades, pestes, de todos los medios, en fin, que emplea la naturaleza para restablecer el equilibrio, disminuyendo al mismo paso la duracion media de la vida, indicante segurísimo de la debilidad del principio moral. Se engañarian los que creyesen que esta condicion mórbida se cura radicalmente multiplicando las subsistencias; la poblacion creceria sin duda con ellas, pero si la educacion, si el cultivo moral no inspirase hábitos de prudencia; si el pueblo no se hiciese mas próvido, ordenado i frugal, seguiríamos viendo como

ántes el espectáculo de la indijencia i la depravacion, al lado de una próspera industria. Este desarreglo puede, por consiguiente, encontrarse en todas las condiciones de la sociedad, ya ascienda, ya decline, ya se mantenga estacionaria en la escala de la produccion económica; i así como la súbita obstruccion de alguna de las fuentes productivas agrava de tiempo en tiempo el mal, los nuevos recursos creados por la intelijencia humana pueden tambien aliviarlo i paliarlo, aunque nunca serán suficientes para efectuar por sí solos una curacion verdadera.

«Mejorar la suerte del pueblo debe ser la primera atencion del gobierno, no solo porque su fin principal es la felicidad del gran número, sino porque los objetos secundarios de riqueza i de fuerza exterior no pueden obtenerse sólidamente sin ella. Donde se corta la duracion media de la vida, que es lo mismo que decir, donde el el pueblo es indijente i miserable, ya hemos visto que, tomando un término medio, la utilidad de cada individuo es limitada, i una porcion enorme del capital de la sociedad se consume en el mantenimiento de jeneraciones que desaparecen rápidamente, dejándola un escaso retorno.

«Mas, para mejorar la suerte del pueblo, el primer paso es conocerle a fondo, i por desgracia carecemos de datos estadísticos. Tiempo hace que el gobierno se afana en obtenerlos; i ¿se creerá que, despues de reiteradas órdenes e instancias, no han podido lograrse listas mensuales de los nacimientos, matrimonios i muertes, i que faltan estas tan necesarias noticias aun respecto de las parroquias de la capital? A los estados del cementerio de Santiago, publicados en este periódico, se reduce todo lo que en materia de documentos estadísticos se recibe

hasta ahora con precision i regularidad. Volveremos dentro de poco a este importante asunto.»

Efectivamente volvió a tratar la cuestion en el número 244 de El Araucano de 8 de mayo de 1835, en el cual decia entre otras cosas:

«Influye principalmente en la alta mortalidad la desproporcion entre el incremento de la poblacion i el de los medios de subsistencia que están a el alcance de la jeneralidad de los habitantes; i esta desproporcion, sea cual fuere el estado de prosperidad de un país i la fecundidad de sus recursos, no puede reducirse a su justo nivel, si no se difunden en las clases inferiores los hábitos de aseo, comodidad i buena conducta, que tienden jeneralmente a disminuir el número de los nacimientos, i multiplican el de los que sobreviven a los peligros de que está rodeada la infancia. Bajo este aspecto, no podemos dudar que se verifica en Chile una progresion lenta que hace subir el término medio de la vida humana, indicante seguro de la verdadera felicidad social. Pero mucho pudiera hacerse para acelerar este progreso, i el primer paso es procurarnos datos estadísticos por documentos dignos de fe.»

I en el número 249 de 12 de junio del mismo año, publicaba el siguiente editorial:

ESTADISTICA DE CHILE

DEPARTAMENTO DE RANCAGUA

«En este departamento, hai 72,346 habitantes. «Hai 35,052 hombres i 37,994 mujeres; para cada 1,000 hombres hai 1,065 mujeres.

«Las personas casadas ascienden a 21,817; de cada 33 personas de todas edades i sexos, las 10 son casadas.

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