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EL OBISPADO.

DISERTACION SOBRE LA POTESTAD

DE GOBERNAR LA IGLESIA,

EN QUE SE DEMUESTRA LA DIVINA INSTITUCION

DE SU GERARQUÍA.

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EN LA OFICINA DE DON FRANCISCO MARTINEZ DÁVILA,
impresor de Cámara de S. M.

1824.

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PRÓLOGO.

CA

CEC

Despues de tantos años como hace se dió á luz la primera parte del Obispado sale al público juntamente con la segunda, si no mas, al menos tan interesante como aquella: Las innovaciones eclesiásticas que por desgracia hemos visto trazadas y aun realizadas por los enemigos de el Trono y del Altar en estos tres años, hacian esta obra hoy casi necesaria: un espíritu de vértigo parece habia agitado las cabezas de nuestros reformadores, y reunidos en uno los falsos filósofos con los Jansenistas ó Pistoyanos, se valian de la astucia dolosa de éstos para minar los Tronos, desquiciando ántes la Iglesia de su verdadero centro: enemigos irreconciliables de Roma, que por nuevecientas y mas veces habia condenado sus fraudulentos errores, tomaban todas las formas para conseguir sus fines, y no se avergonzaban de incurrir en el oprobio y aun la indignacion de la posteridad, con tal que pudiesen vengarse de la Silla Romana que los habia anatematizado: los repetidos dicterios con que en sus folletos apellidaban al Padre comun de los fieles; las continuas injurias con que insultaban á la Córte de Roma, á la que por moda ya no se llamaba ni distinguia con otro nombre que con el de Curia Romana; la afectada solicitud con que siempre que se debia nombrar al Romano Pontífice se decia simplemente el Obispo de Roma, como

para hacerle un igual con todos los demas Obispos ; daban á entender bien claramente el veneno que abrigaban en su corazon, y su rabioso deseo de dividirnos, separarnos y alejarnos de aquel centro de unidad. Los epítetos de soberano extrangero, que se daban á su Santidad, como si pudiese serlo del cuerpo de la Iglesia el que es su Cabeza; la independencia que debe tener en lo político la Nacion de cualquiera otra confundida estudiosamente con la espiritual, que repugna á su institucion divina, para seducir á los incautos; la añeja y fastidiosa repeticion de las falsas Decretales de Isidoro Mercator, á que atribuían todos los abusos y todos los desórdenes, ciertos ó imaginados de la Iglesia, como si la Iglesia de Roma no tuviese otros títulos de sus preeminencias y prerogativas que aquellas Decretales ; que en último resultado al fin, ya que no sean de los Papas que llevan su nombre, son un resumen de la doctrina, tradicion y costumbres de aquellos tiempos; las discusiones pedidas en las Córtes sobre el juramento prestado por los Obispos en su consagracion á la Cabeza y Gefe Supremo de todos ellos; todo indicaba aquel su rabioso deseo.

Pero donde se vió mas claramente ya y sin tergiversacion alguna fué en el llamado arreglo del Clero, donde se atribuía la Confirmacion de los Obispos á los Metropolitanos, y en las propuestas hechas repetidas veces con ocasion de no venir las Bulas á los nuevos nombrados Obispos, Sabedores de que no se les habian

que

concedido por ser decididamente malos (1) y de perversa doctrina, arrojándose aun á mas de lo lo habian hecho sus precursores en el error, y contradiciéndose á sí mismos, al mismo tiempo que concedian al Papa la inspeccion ( 2 ) de todas las Iglesias, querian negarle el derecho de explorar ántes, y de cerciorarse de la fé de los electos. Viles y bajos imitadores de los Asambleistas de Francia, contentos con que ellos diesen aviso al Padre comun de los fieles de su eleccion para el Obispado, que fué lo que aquellos determinaron en su espantoso cisma, prescindian de su Confirmacion, que por propia autoridad trasladaban á los Metropolitanos, con cuya determinacion sola, faltándoles la mision canónica, venian á hacer de una Iglesia divina una Iglesia puramente humana. De aquí para preparar los ánimos las monstruosas doctrinas de un Obispado universal en todos los Obispos ; la confusion de las potestades de órden y de jurisdiccion para envolver á los sencillos; de aquí tantos otros medios de seduccion falsificando testimonios, truncando pasages y hechos de la historia, encómios exagerados de autores de doctrina poco acrisolada en estas materias, todas las arterías del error y fraude jansenística.

y

Era preciso, pues, cautelar á los fieles, prevenirlos contra sus astucias, desvanecer sus so

(1) Breve de 30 de agosto de 1821 á S. M. Católica. (2) Véase el dictámen de la comision eclesiástica encargada del Plan de arreglo del Clero, pág. 9 donde usa estas expresiones: inspeccione en buen hora la Iglesia de España.

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