Aguas fuertes. 1907

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V. Suárez, 1907
 

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الصفحة 305 - ¿Se lo habrá merendado ya ?» Y cuando al cabo le hallábamos sano y salvo en cualquier sitio, experimentábamos a la par sorpresa y consuelo. Pero estábamos seguros de que un día u otro concluiría por ser víctima de algún capricho sanguinario de Polifemo. Lo raro del caso era que Gasparito no ofrecía en su rostro vivaracho aquellos signos de terror y abatimiento que debían de ser los únicos en él impresos.
الصفحة 284 - ... y acaso de los años; la dificultad de probar que había sido en defensa propia; la acusación del fiscal llamándome asesino, como siempre acaece en estos casos; la defensa de mi abogado alegando mis honrados antecedentes; luego la sentencia de la Sala absolviéndome quizá, quizá condenándome á presidio.
الصفحة 254 - Las diversiones de la Era del Mico, las calesas y calesines que existían aún y los coches fúnebres que pasaban por la calle, eran nuestro entretenimiento desde los balcones de la casa. "Con un intervalo muy corto, hubo entonces dos ejecuciones... y oímos vender en la calle la Salve que cantan los presos al reo que está en capilla.
الصفحة 332 - ... hallaba extraordinaria y peligrosa nuestra situación como al principio. Su inocencia era un velo espeso que nos impedía ver el riesgo que corríamos. En poco tiempo me contó una infinidad de cosas. Era de Jerez; no hacía más que un año que estaban en Madrid establecidos; su papá ocupaba un alto empleo; tenía dos hermanitos y una hermanita. Acerca del carácter y costumbres de cada uno de ellos se extendió considerablemente; la hermanita era muy buena niña, amable y obediente; pero los...
الصفحة 311 - El coronel volvió a mirarle fijamente. — Está bien — dijo al cabo — . ¡Pues cuidado con que otra vez te lo lleves! Si lo haces, ten por seguro que te arranco las orejas. Y giró majestuosamente sobre los talones. Pero antes de dar un paso, se llevó la mano al chaleco, sacó una moneda de medio duro y dijo, volviéndose: — Toma, guárdatelo para dulces.
الصفحة 63 - ¿Te duele el estómago como antes? — preguntó Manolita abrazándole y besándole. — No, hija mía, no, ¡bendita seas!... No me duele nada...; soy muy feliz... Lo único que tengo es sueño...; se me cierran los ojos sin poderlo remediar... — Pues por nosotros no dejes de dormir, Juan — dijo Santiago. — Sí, tuto, duerme, duerme — dijeron a un tiempo Manolita y Paquito echándole los brazos al cuello y cubriéndole de caricias.
الصفحة 336 - ... su lindo rostro infantil cierta grave expresión que no tenía. Parecía que en virtud de un misterioso movimiento de su espíritu, la niña se transformaba en mujer en pocos instantes. Dejó de apretar mi mano y hasta retiró la suya. Volví a cogerla disimuladamente, pero al poco tiempo la retiró de nuevo. El segundo acto había terminado. Al bajarse el telón me hizo mirar el reloj, y viendo las once...
الصفحة 333 - Ya puede usted imaginarse que yo iba gozando como los ángeles en el paraíso, y pendiente de los labios de aquella niña, que al referirme todas las nonadas infantiles de su vida, parecía infundir en mi alma encantada la ciencia de la dicha. Sin embargo, no podía desechar cierta vaga inquietud que turbaba mi alegría. Buscando manera de pasar las horas de que disponíamos más dignamente que vagando por las calles, tropezamos al bajar la cuesta de Santo Domingo con el Teatro Real, Al instante...
الصفحة 304 - ... había gozado en arrancarles las entrañas aún palpitantes. Esto creíamos al menos ciegamente todos los chicos que al salir de la escuela íbamos a jugar al parque de San Francisco, en la muy noble y heroica ciudad de Oviedo. Por allí paseaba también metódicamente, los días claros, de doce a dos de la tarde, el implacable guerrero. Desde muy lejos columbrábamos entre los árboles su arrogante figura, que infundía espanto en nuestros infantiles corazones; y cuando no, escuchábamos su...
الصفحة 311 - ... arranco las orejas. Y giró majestuosamente sobre los talones. Pero antes de dar un paso, se llevó la mano al chaleco, sacó una moneda de medio duro, y dijo volviéndose: — Toma, guárdatelo para dulces. Pero ¡cuidado con que vuelvas a secuestrar el perro! ¡Cuidado! Y se alejó. A los cuatro o cinco pasos ocurriósele volver la cabeza. Andresito había dejado caer la moneda al suelo y sollozaba, tapándose la cara con las manos. El coronel se volvió rápidamente. — ¿Estás llorando?...

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